Eran las 12:15 de la madrugada en una fría y grande sala del Materno en el Hospital Escuela de Tegucigalpa, un montón de mujeres embarazadas paseándose de un lado a otro. Todas ocupando sus dos manos, una mando agarrándose la espalda y con la otra sostenía su gran barriga, todas esperando el ansioso momento de parir a su bebe.
Entre todas las mujeres que estaban presentes había una que me llamaba la atención, una jovencita de aproximadamente unos 15 o 16 años, ella era hermosa, de piel clara y su hermosa barriga sobresalía y atraía la mirada de todos.
Las horas pasaban y nada que atendían a la jovencita, note que ella estaba desesperada y no es para menos. Con tantos pasos que dio a mi alrededor, logre notar que no estaba sola, le acompañaba un joven de su misma edad, quien luego me di cuenta era su compañero de vida, a también su mama estaba ahí.
Cuando todo parecía normal fue cuando paso lo inesperado. La nueva madre rompió fuente frente a mis ojos, la madre de ella puso una toalla en el pasillo blanco y helado y la niña se recostó en el piso y todos gritaban alarmados llamando a algún médico o personal del Hospital, el joven padre salió corriendo (supongo que estaba muy nervioso) ya quien no sabía qué hacer, hasta que apareció con un médico y atendieron al bebe que venía a este mundo. Luego de unos minutos y también de apartar a un montón de curiosos entre los cuales estaba yo, escuche algo impresiónate, un sonido que hizo vibrar mi corazón como nunca, el llanto del recién nacido causo una sensación única en mi vida, mire nacer una creatura ante mis ojos.
No niego que la experiencia fue enternecedora, sin embargo que esta madre adolecente podía haberse evitado todos esos momentos si hubiese planificado bien su vida, si hubiera escuchado los consejos de sus padres y si se apegara a la palabra de Dios.
Espero que tanto los varones como las jovencitas aprendan esta lección también.
Alex Bravo
Tegucigalpa, Honduras
No hay comentarios:
Publicar un comentario